Practica la lectura compartida cada semana en el Club Braille de la ONCE
Redacción
Ángela Martín aprendió a leer en braille a los 62 años tras perder la vista debido a un glaucoma. Hoy, con motivo del Día Mundial de la Lectura en Voz Alta, que se conmemora el primer miércoles de cada mes de febrero, esta “devoradora de libros” recuerda la satisfacción que le produjo “poder leer su primer libro en braille y compartir lecturas” en voz alta con sus compañeros del Club Braille de la ONCE.
Esta extrabajadora de banca dejó de hacer números porque un glaucoma (un aumento progresivo de la presión interna del ojo) le dejó ciega. Lectora precoz, pues empezó con apenas cuatro años a leer, asegura que uno de los mayores varapalos fue “cuando a los 43 años" le dieron la incapacidad permanente absoluta. "Tuve que dejar mi empleo y rehacer mi vida”, explica con pena.
Ahí comenzó una vida, en principio, carente de libros. “Entonces me afilié a la ONCE y lo primero en lo que pensé fue en recuperar la posibilidad de leer”. “Me inicié con los audiolibros", rememora, “aunque claro, no es lo mismo leer, a que te lo lean”.
Justo antes de que empezara la pandemia, decidió que era el momento de aprender a leer y escribir en braille, un sistema de lectura digital, es decir que se lee con los dedos de ambas manos, principalmente con los dedos índice. Ángela tenía entonces 60 años.
“Empecé a asistir a clase con mi profesora Paula Rivera y me dio tiempo para aprender solo el abecedario porque después nos confinaron. Fue un reto para mí ver que te lo pueden enseñar y mentalmente lo tienes, pero luego hay que localizar cada letra con los dedos”, subraya Ángela.
Su maestra le iba proporcionando lecturas para que practicara en casa. La alumna fue perseverante y el esfuerzo dio sus frutos. Pasó de invertir "más de una clase en interpretar tres o cuatro palabritas a leer casi de corrido”, recordó. "El día en que logré hilar una frase en muy poco tiempo se me saltaran las lágrimas”. “Descubrir que eres tú la que te introduces en la lectura y que vas comprendiendo la historia es magnífico”.
Tanto es así, que nada más acabar su formación se dirigió junto a su maestra a la biblioteca para sacar su primer libro, 'Candela', de Juan del Val.
Desde aquello ha transcurrido ya más de un año y medio. Ahora, Ángela no solo vuelve a ser aquella “devoradora de libros”, sino que hace partícipe de su pasión por la lectura a los miembros del Club de Braille de la ONCE.
“La primera vez que leí en voz alta estaba muy nerviosa, me temblaban hasta las manos, pero mis compañeros me ayudaron muchísimo”, rememora.
Su maestra, Paula, insistió en la importancia de la lectura en voz alta: “No es lo mismo la lectura silenciosa que la compartida. Con esta última comprendes mejor lo que has leído. Si además te grabas, puedes comprobar si te has saltado las comas, las pausas o los puntos”.
En una jornada como la de este miércoles, en la que se fomenta la práctica de la lectura en voz alta, esta promotora de braille asevera que “escucharse mientras uno lee, contribuye a mejorar la fluidez lectora y es algo que debería practicarse desde la infancia".