Algunos hablan de camino, de método, de terapia... otro, de reutilización de técnicas antiguas, de pastiche, de sacacuartos. En cualquier caso, el coaching (llámese, en cristiano, ‘entrenamiento personal’) es una práctica que cuenta cada vez con más adeptos. Laura Chica, psicóloga y coach, acaba de publicar su libro ‘Pon un coach en tu vida’ (Alienta Editorial), donde ahonda en algunas cuestiones de esta nueva moda.
Los ‘coach’, ¿sustituyen a los directores espirituales, a los psicoanalistas, a nuestros mentores..?
No sustituyen, puesto que no es lo mismo ni trabajan igual. Cada una de las formas de ayuda (sean terapias, mentoring, consultoría, psicología, coaching) tiene sus propias formas, metodología y código deontológico, por lo que si el cómo es diferente, también lo será el resultado. Más que sustituir, es elegir qué tipo de profesional te puede ayudar más en cada momento de tu vida.
¿Qué hace falta, tanto por el preparador como por el cliente, para que las sesiones de coaching sean fructíferas?
Por parte del coach, vocación, profesionalidad, y metodología, conocimiento de diferentes herramientas para responder lo mejor posible a las necesidades del cliente (coachee), y algo muy importante: autoconocimiento y haberse trabajado mucho, para minimizar interferencias (personales) en el proceso de desarrollo del cliente. El cliente necesita una motivación fuerte para conseguir resultados (cambios), compromiso consigo mismo y con lo que quiere conseguir, y voluntad para hacer y volver a hacer. El proceso de coaching lo realizan los clientes, y ellos deben saberlo y comprometerse al 100% con su proceso de cambio.
¿Todo el mundo vale para trabajar de ‘coach’?
Es una profesión emergente, sin duda, porque está siendo una salida ‘fácil’ para profesionales de todos los ámbitos. Hay que tener respeto y ética por la profesión y por las personas con las que vamos a trabajar, formarse mucho y siempre, trabajarse a uno mismo primero y nunca dejar de hacerlo, y estar dispuesto a trabajar con respeto, ética, metodología y para el otro.
¿Qué diferencias existen entre mujeres y hombres a la hora de este tipo de entrenamiento?
Más que entre mujeres y hombres, entre personas. Cada persona es diferente, con una visión del mundo diferente, y una forma de entenderlo única. La PNL (programación neurolingüística) ahí ayuda mucho, para adaptarse lo más posible a cada persona, y entenderlos.
Hay un porcentaje mucho mayor de mujeres que desempeñan esta profesión que de hombres. Curioso, ¿o no tanto? ¿A qué cree que se debe?
Puede deberse a la tendencia de la mujer a estudiar y trabajar en profesionales humanistas, o con personas. En mi clase de psicología, éramos cien personas, de los que sólo tres eran hombres. Eso sí, en función del sector encontramos más mujeres o más hombres.
¿Cuáles son los principales obstáculos o problemas por los que la gente recurre a un ‘coach’?
Son muy variados, en función del sector, especialidad, ámbito. En general, para el desarrollo de habilidades profesionales (en empresas, personas, etc.) para conseguir claridad de metas y objetivos (qué quiero y dónde quiero llegar) o para cambios bruscos de vida (romper con lo que no quiero y buscar lo que quiero). Hay muchos más, estos serían solo unos ejemplos.
¿De qué modo uno puede desaprender pautas que le entorpecen?
Lo primero es darse cuenta de que lo que hago no funciona bien. Ese darse cuenta es el primer paso para todo lo demás. El segundo paso es difícil: introducir algo nuevo en nuestro repertorio, con gran esfuerzo y poco resultado, y mantenerlo (sin desistir) hasta que, con el tiempo y el entrenamiento, produce grandes resultados con menor esfuerzo. Eso es aprendizaje.
Si pudiéramos verter el concepto, ‘coach’, en una palabra ya existente en castellano, ¿cuál sería?
Entrenador. Es la traducción más común que se le hace a la palabra. El coach entrena tus habilidades, tu forma de mirar, tu forma de entender tu vida, para que sea más positiva, adaptativa y con menores limitaciones y más recursos personales. Es un entrenamiento para la vida.