Según un estudio realizado por Fundación ONCE, con el apoyo del Fondo Social Europeo
Los universitarios con discapacidad obtienen resultados académicos similares a las del resto de estudiantes, pese a que el profesorado no siempre reconoce sus necesidades educativas especiales, “que con frecuencia se desatienden”, tal y como pone de manifiesto un estudio elaborado por Fundación ONCE que se presentó en Madrid. Ha contado con el apoyo del Fondo Social Europeo.
Titulado ‘El rendimiento académico de los estudiantes universitarios con discapacidad en España’, el trabajo se dio a conocer en una jornada que contó con la presencia de Alejandro Albillo, director del Gabinete del secretario general de Universidades; Isabel Martínez Lozano, directora de Programas con Universidades y Promoción del Talento Joven de Fundación ONCE, Angela Alcalá, responsable del grupo de diversidad en CRUE Asuntos Estudiantiles, y Luis Cayo Pérez Bueno, presidente del CERMI.
Como indica su título, el estudio pretende medir el rendimiento de los estudiantes con discapacidad y compararlo con el del resto del alumnado de enseñanzas superiores para mejorar el conocimiento de las causas y factores que influyen en los resultados educativos de los universitarios con discapacidad.
Según explicaron en la jornada Antonio Jiménez Lara, director del trabajo, y Agustín Huete, autor y profesor de Sociología de la Universidad de Salamanca, para su elaboración, se han analizado los datos de rendimiento académico de estudiantes con discapacidad proporcionados por 21 universidades públicas, que agrupan al 48,4% del alumnado universitario matriculado en programas de grado, máster y doctorado el curso académico 2018-19 en el conjunto del sistema universitario español.
Además, se ha hecho una revisión bibliográfica internacional sobre el rendimiento académico de estos estudiantes que recoge las metodologías existentes para medir el aprovechamiento académico y analiza las barreras y aspectos facilitadores para mejorarlo.
En concreto, los datos dados por las 21 universidades públicas que han facilitado información se refieren a un total de 14.828 estudiantes con discapacidad matriculados en el curso 2018-2019. De ellos, 13.144 cursaban estudios de grado; 1.281, de máster, y 403, estudios de doctorado. En total, todos suponían el 2,01% del alumnado de las universidades informantes.
Por niveles de estudios, la proporción de los alumnos con discapacidad en las universidades informantes es de 2,06% en programas de grado, 1,85% en estudios de máster y 1,30% en doctorados. En cuanto al género, el 52,1% de los estudiantes con discapacidad que componen la muestra son hombres y el 47,9% mujeres, si bien la proporción que suponen los chicos aumenta con el nivel de estudios.
TASA DE ÉXITO
El trabajo distingue entre tasa de éxito (relación porcentual entre el número de créditos superados durante un curso académico y el número total de créditos presentados a examen en dicho curso), tasas de rendimiento (relación porcentual entre el número de créditos superados y el número de créditos en los que los estudiantes han estado matriculados) y tasas de evaluación (relación porcentual entre el número de créditos presentados a examen y el número de créditos matriculados).
Y en función de esta distinción, concluye que los universitarios con discapacidad matriculados tanto en estudios de grado como en máster durante el curso 2018-2019 obtienen resultados bastante cercanos a los de la población universitaria general en lo que se refiere a la tasa de éxito, pero no tanto a las de rendimiento y evaluación, donde sus puntuaciones son un poco más bajas.
Esto significa, según explicaron los autores, que una vez tomada la decisión de presentarse a evaluación de asignaturas, los resultados académicos obtenidos por el alumnado con discapacidad son equiparables a los de la población universitaria general. Así, si la tasa de éxito de los universitarios con discapacidad es de 81,2 en los estudios de grado, la de los alumnos sin discapacidad de los mismos programas se sitúa en 86,7. En el caso de los estudios de máster, la puntuación es de 97,1 y 98,1, respectivamente.
A este respecto, los autores del trabajo señalan que la flexibilización de los tiempos y las metodologías docentes parecen una estrategia clave, “en un contexto en que las universidades son muy poco flexibles con los planes de estudios, y el profesorado no siempre reconoce las necesidades educativas especiales, que con frecuencia se desatienden”.
Unido a esto, el estudio pide a las universidades que incluyan en sus estrategias de orientación y captación de alumnado acciones para promover el acceso de los estudiantes con discapacidad a la educación superior, ya que su presencia en este ámbito es todavía baja, y que cuenten con pruebas de acceso adaptadas a sus necesidades, además de un sistema de becas menos complejo.
Y si baja es la presencia de estudiantes con discapacidad en la universidad en general, baja lo es, sobre todo, en las aulas presenciales, donde los autores la consideran “claramente inferior a lo esperable”. Desde esta perspectiva, consideran que existe “un reto importante en el acceso de las personas con discapacidad a la formación en universidades presenciales, que debe ser enfrentado”.
Otro aspecto que arroja el documento es que la distribución por edad del alumnado universitario con discapacidad es muy diferente de la del conjunto de estudiantes matriculados en programas de grado y máster en las universidades públicas españolas. Su media de edad es considerablemente mayor, 31 años en grado y 37 en máster, frente a 22 y 28 años, respectivamente, para el conjunto de los estudiantes. También presenta, al igual que la de los estudiantes en general, diferencias según el sexo (con una estructura por edades algo más rejuvenecida en las mujeres) y la presencialidad de las universidades (con un alumnado bastante más envejecido en la UNED).
La mayor edad media de los estudiantes con discapacidad matriculados se debe, por una parte, a que han ingresado más tarde al sistema universitario (con una media de 24 años, cuando la edad promedio de ingreso a la universidad para el conjunto del estudiantado es de 20 años), y por otra a que invierten más tiempo que el conjunto de los estudiantes en completar sus titulaciones, pues una de las estrategias que siguen para adecuar la carga docente a sus necesidades específicas es la de prolongar la duración de sus estudios.
Pese al análisis que se hace en este trabajo, Fundación ONCE considera que para poder disponer de todos los indicadores relevantes sobre el rendimiento académico del alumnado universitario con discapacidad, “es indispensable que se incorpore a las estadísticas del Sistema Integrado de Información Universitaria (SIU) la variable discapacidad”.
En la misma línea, la entidad aboga por incorporar además en el SIU información, codificada uniformemente, sobre el tipo y grado de discapacidad y, en la medida en que sea posible, sobre la atención recibida por los servicios de apoyo al alumnado con discapacidad. “De otro modo”, advierte, “resultará muy difícil disponer de diagnósticos que permitan analizar la situación de las personas con discapacidad ante la educación universitaria y disponer de evidencias que ayuden a la formulación y aplicación de políticas públicas eficaces dirigidas a mejorar la atención educativa al alumnado universitario con discapacidad y a hacer que las universidades españolas y sus planes de estudio sean más accesibles para el alumnado con discapacidad”.